Sumana
Nació en una noble familia ya que era la hermana del rey de Kosala, Prasenajit. Cuando Siddharta llegó a la corte e impartió el Dharma, ella rápidamente se convirtió en su seguidora, gracias a los méritos que había acumulado en vidas anteriores. Pero ambos hermanos tenían lazos establecidos con el mundo. Pasenajit debía gobernar un reino y Sumana había sido elegida para cuidar de su abuela, quien los había criado de pequeños.
Así a pesar de sus deseos por dejar el hogar y entrar a la orden budista, se quedó junto a ella a lo largo de los años.
Se consolaba con asistir a todas las charlas que el maestro impartía cada vez que visitaba la corte. Gustaba de acompañarlo con la esperanza que algún día entraría a la orden monástica. Mientras que otras veces su vida le resultaba agobiante, como si estuviese atrapada en el cuerpo, en la piel, en la vida de otra persona que no era ella. Mirando por la ventana del palacio, veía como los monjes y monjas pasaban por las calles mendigando su sustento, entonces su corazón se endurecía de dolor y ardía de celos de ver a otros llevar la vida que tanto deseaba.
Una noche, mientras escuchaba el croar de las ranas, se decía a sí misma: “Escoge, escoge… Escoge solo existe este momento… Todo pasará, este momento pasará, pasará haciendo lo que deseas, haciendo lo que no deseas y también anhelando lo que deseas” y comprendió que realmente nada se pierde si el momento lo es todo. Luego de esa noche, su angustia se fue disolviendo, como si nunca la hubiese sentido.
Pasaron los años y su abuela murió, fue entonces cuando junto a su hermano emprendieron el viaje hasta el bosque donde se encontraron con el maestro Siddharta y la comunidad de monjes y monjas. Para entonces, Sumana era una anciana pero ya había hecho todo el trabajo importante sobre sí misma. Ya había dejado años atrás su hogar dentro de su corazón y su mente, había encontrado la corriente y aprendió a nadar por sí sola, simplemente notar y dejar caer, notar y dejar caer el resentimiento, notar y dejar caer el dolor, notar y dejar caer la ira, el deseo, las ansias. Reconociendo que amaba a su abuela, a su hermano y a su propia vida tal cual era.
Mientras escuchaba las palabras del maestro sintió que su mente se abría por completo hasta que ya no existía, su corazón y su mente se habían convertido en un corazón y una mente nuevos.-
Se separó del resto de los presentes en la reunión, caminó hasta la orilla de un arroyo mientras meditaba en lo que estaba comprendiendo. En ese momento escuchó al maestro decirle “Recuéstate ahora. Estás libre ahora y conocerás la paz. No hay nada más que hacer”. Repitió en voz baja “No hay nada más que hacer”. Con alegría lo repitió una y otra vez “No hay nada más que hacer” hasta que se convirtió en su propio poema.
Prasenajit regresó a su reino para continuar con su vida, tal cual la conocía hasta su muerte, mientras que Sumana lo acompañó y estuvo junto a él como la hermana del rey de Kosala. Ella es recordada como la más grande de las discípulas laicas de la época del Buda Gautama.-
En el Therigata figura el siguiente poema de su autoría que fue compuesto luego de su despertar
“Recuéstate anciana
En el manto que has hecho
Tu deseo se ha aquietado
Tú estás en calma y tranquila”
Fuente:
"Women of the Way" Sallie Tisdale
"First Buddhist Women" Susan Murcott
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